sábado, 8 de febrero de 2020

Resumen "La ladrona de libros" de Markus Suzak


Número de páginas del resumen: 10
Letra utilizada: Arial 12
Interlineado: 1.5 Nivel de extensión: Largo
Edad recomendada: Apartir de 12 años
Nivel de comprension: Intermedia
Ambiente: Alemania Nazi.
Año de publicación: 2005


La muerte cuenta esa antigua historia que le recuerda al color rojo, blanco y el negro de la bandera nazi. La primera vez que la narradora conoce a la Ladrona de libros, fue en un vagón del tren donde se encontraban su madre y su hermano muerto. Por una fuerte tos el niño murió a la mitad del viaje, ocasionando que tuvieran que bajar en un pueblo nevado para enterrar al niño, fue ahí donde Liesel Meminger cometió su primer robo al tomar el libro que uno de los sepultureros había dejado caer por accidente. 

La madre y su hija llegaron a Himmelstrasse, donde una pareja de acogida esperaba a Liesel ya que su madre no podía mantenerla. Rosa y Hans Hubermann acogieron a la niña a cambio de que les dieran una compensación monetaria. Rosa era una mujer grosera y muy gruñona, sus palabras eran favoritas eran: “saukerl” insulto para un hombre y “saumensch” insulto para una mujer; se dedicaba a hacer la colada de la gente pudiente del pueblo. Mientras que Hans, quien había servido en dos guerras ya, era un hombre bondadoso que logró ganarse la simpatía de Liesel a pesar de que era muy tímida, él tocaba el acordeón en los bares para poder proveer más dinero a la casa. 

Liesel no sabía leer ni escribir, tampoco hablar muy bien. Así que la inscribieron en la liga de jóvenes alemanas donde les enseñaban a las niñas a recitar correctamente el “heil Hitler”. Por su calle vivía la familia Steiner que tenían 6 hijos, Rudy fue quien comenzó a socializar con Liesel enseguida convirtiéndose en su mejor amigo después de un juego de fútbol. Rudy era reconocido en Himmelstrasse por un incidente hace tiempo después de ver las olimpiadas de1936 a Jesse Owens un atleta de raza africana ganador del cuarto oro, el niño lo admiraba tanto que se llenó de carbón y salió de casa para correr por la pista como él. Ese día fue cuando Rudy aprendió por primera vez, que un alemán no debería jamás aspirar a ser alguien de otra raza. Un día en que Liesel mojó la cama a media noche, Hans la tranquilizó, y cuando estaba por lavar las sábanas, de ellas cayó el libro del sepulturero. A partir de ese momento iniciaron las clases nocturnas, donde su padre le enseñó letra por letra y pintaba palabras que correspondían a ellas. Conforme transcurrieron las noches, el libro del sepulturero fue avanzado en sus hojas. 

Cuando la guerra estalla, el dinero en la casa de los Huberman comienza a escasear al igual que en la de los vecinos a los que Rosa le hacía la colada. Comenzaron a dejar de solicitar que lavaran su ropa, lo que provocó que vivieran cada vez más ajustados de dinero. En el cumpleaños de Hitler, se acostumbraba en las ciudades hacer una fiesta donde se realizaba una quema de libros y cosas alusivas a los judíos. Ese día los hijos ya mayores de los Huberman los visitaron. El hijo mayor era ya un apasionado partidario nazi que recriminaba a su padre por no aportar más a la causa, tras una discusión con su padre por no esforzarse en entrar el partido y porque Liesel no leía el Mein Kampf, salió de la casa y no volvió ningún año siguiente a visitarlos. Más tarde Liesel tuvo que ir a la hoguera de libros, mientras estos se quemaban llegó a su mente que la razón por la que su verdadera madre había desaparecido es que los nazis se la habían llevado por ser comunista. Y así se lo preguntó a Hans cuando llego a recogerla después de que terminara la celebración y ya no quedara casi nadie. El señor Huberman le confesó que tal vez fuera cierto, así que Liesel proclamó bastante triste que por eso odiaba a Hitler, recibió una bofetada por parte de su padre pues ella nunca debía decir esas cosas donde pudieran escucharla. De regreso a casa Hans se detuvo a charlar con el encargado de poner la tarima para el evento, estaban tan cerca de la pila de libros que estaban recogiendo y la ladrona de libros pudo vislumbrar uno de ellos que aún no había sido quemado. Sin que nadie la viera cometió su segundo robo, pero noto que la esposa del alcalde que aún se encontraba ahí esperando su esposo, si la vió, pero misteriosamente permaneció callada. A la mitad de regreso a casa, el libro quemó el pecho de la niña donde escondía el libro. Al descubrirlo Hans quedó en silencio y por fin tomó una decisión al tema que tanto había debatido en su mente el último año. Permitió que Liesel se quedara el libro y prometió que lo leerían. 

Un día en que Rudy no acompañó a Liesel a recoger la ropa de la casa del alcalde para que su madre la lavara y planchara, la señora del alcalde la invitó a pasar, y a pesar del miedo, la niña la siguió atrapada por los libros. La condujo hasta la enorme biblioteca de la casa y le permitió pasar siempre a ella e incluso leer algunos libros cuando recogía la ropa. La señora no hablaba mucho, la había consumido la pena por la muerte de su hijo pequeño. 

En un lugar lejano a “Molching” se encontraba un judío, que se escondía en un cuarto a oscuras donde no debía hacer ruido para no ser descubierto. Un amigo lo ayudaba, le compró una identificación falsa y un poco de comida para que tomara el próximo tren a Molching, donde su historia se cruzaría con la de la ladrona de libros. Resulta que Hans Huberman tenía su propia historia secreta, que se desarrolla en la primera guerra mundial donde se volvió muy amigo de un judío. A ambos les parecía más atractiva la idea de tocar el acordeón que enfrentarse a una batalla, fue el judío quien enseño al mismo Hans. El día en que se desarrollaría una batalla, el comandante solicitó a un hombre para escribir cartas, pero al no animarse nadie de los soldados, el judío nomino a Hans para hacerlo, pues quería salvar a su amigo. En esa batalla murieron todos menos él gracias a lo que su amigo había hecho por él. Le dieron el acordeón de su amigo y terminada la guerra busco a la esposa del judío para devolvérselo, pero ella permitió que se lo quedara a cambio de una última canción. El judío tenía un hijo también que inspiró tristeza a Huberman, así que ofreció su ayuda como pintor en caso de que lo necesitaran y les entregó la dirección de su casa. El niño ahora convertido en un hombre, se dirigía para pedir su ayuda, pero no para pintar exactamente. 

Mientras Liesel dedicaba su tiempo en robar manzanas y patatas de las granjas junto a una pandilla porque el hambre no dejaba de atormentarlos a Rudy y a ella, Max llegó a la casa de los Huberman. Max Vanderbug tenía una pequeña maleta y el libro que Hitler había escrito “Mein Kampf”. Durmió durante tres días durante los cuales la ladrona de libros lo observaba esperando que despertara, sus padres habían tenido que advertirle duramente que la presencia de un judío en su casa era un secreto que no debía decir a nadie, pues las consecuencias serían demasiadas. A pesar del peligro, Rosa y Hans Huberman acogieron a Max, dispuesto a repartir su comida y su casa con el joven. Para cuando despertó, el joven se sintió realmente culpable por dejarles una carga tan grande, así que se ofreció a vivir en el sótano de la casa donde no pudiera levantar sospechas ni ser una carga. Durante bastante tiempo Max vivió en el sótano junto a las sábanas viejas mientras el invierno se avecinaba y las temperaturas bajaban. Hans sugirió continuar con las clases de Liesel en el sótano donde, a pesar que la niña le temía al nuevo invitado, conforme avanzaban con las lecciones se fueron conociendo cada vez más. El judío les contó cómo de niño amaba pelear con otros de su edad. Peleo tantas veces con uno en particular que terminaron siendo tan buenos amigos, tanto que le ayudo el día en que fue “la noche de los cristales rotos” y gracias a él ahora estaba vivo. Poco a poco se fueron acercando ambos huérfanos, descubriendo que tenían varias cosas en común, una en particular eran las pesadillas. Un día en que él las tuvo, la niña le pidió que se las contara; mientras él soñaba con la familia que había abandonado para sobrevivir, Liesel soñaba con su madre y su hermano muerto. 

El día del cumpleaños de Liesel, recibió un libro más. Max se sintió un poco fuera de lugar y entristecido por no tener nada que regalarle, la niña lo abrazó por primera vez para que se sintiera mejor. Desde ese día, el joven planeó regalarle un libro a la niña hecho por él mismo. Pintó las hojas del Mein Kampf y escribió sobre ellas su propio historia, en apenas 13 hojas, y lo dejó junto a ella mientras dormía ya que, debido al frío, le permitían dormir arriba. 

Un día, la esposa del alcalde le pidió que se quedara con uno de los libros de la biblioteca y una carta para su madre donde decía que ya no solicitaría más su servicios, pues sería hipócrita que el alcalde no se privara del privilegio de que le limpiaran la ropa mientras la ciudad enfrentaba las medidas de la guerra. Liesel se molestó tanto, pues eran sus últimos clientes y sin ellos su familia y Max no tendrían cómo sostenerse, así que tiró el libro a los pies de la esposa del alcalde y le gritó recriminándole que no era la única que tenía problemas. A Rudy tampoco le iba muy bien, pues un chico mayor, Franz Deutscher, de las Juventudes Hitlerianas encargado de instruirlos en la práctica de la marcha, no paraba de meterse con él y obligarlo a hacer ejercicio muy duro en el lodo y el estiércol. Era tal su frustración que ambos niños se dispusieron a robar algo grande, Liesel sugirió la casa del alcalde. Aprovechando la ventana que siempre estaba abierta aunque el clima fuera malo, Liesel se metió sin zapatos y robo el libro que antes la alcaldesa le había ofrecido por lástima. En la pandilla donde solían robar en esa temporada ambos niños, el líder cambió por un chico oportunista, grosero y que no tenía lealtad por su grupo. Su actitud se dio a notar cuando no repartió equitativamente el botín robado dejando para él la mejor parte. Esto molestó a Rudy detonando una pelea entre los dos donde el amigo de Liesel terminó escupiendo en los pies del líder y con una amenaza por parte de este. 

Un día en que no se debía ir a las “Juventudes Hitlerianas” Rudy vio a Franz Deutscher y le aventó una roca debido a la especial aversión que sentía por él. El chico y sus amigos lo rodearon y observaron cómo su amigo le daba una paliza a Rudy. Liesel observó como este le cortaba con una navaja todo el cabello rubio de su amigo. Un día en que las cosas estaban destinadas a salir mal en que los niños paseaban por Himmelstrasse. Liesel escapó con Rudy al ver a Franz por temor a que le hiciera algo más a su amigo, pero no tuvieron tanta suerte y fueron a dar con el chico de la pandilla. Este no cumplió su amenaza con Rudy sino con Liesel, le arrebató el libro que la niña había robado y lo tiró al río. Rudy se metió al agua helada para rescatarlo y le cobró a Liesel un beso como tenía acostumbrado hacer, pero ella se negó al igual que las otras veces. Mientras tanto, el judío en el sótano imaginaba luchas de boxeo el Führer donde siempre perdía como realmente sucedía en la realidad. 

El ejercicio y el escribir sobre las hojas pintadas de blanco del antiguo “Mein Kampf” no eran suficientes para luchar contra la culpa y la soledad que sentía tras varias horas encerrado. Liesel era la única que parecía alegrarle los días con gestos como llevarle el periódico o describirle el clima del exterior. El mejor detalle que hizo por él fue un día en que metió kilos de nieve en botes hasta el sótano, tanta que se podía jugar a la guerra de bolas de nieve donde Hans y Rosa no pudieron evitar involucrarse. Ese día terminó con un muñeco de nieve a medio derretir en el interior de una casa. 

Los días siguientes no transcurrieron más felices pues el judío enfermó. Su condición comenzó a decaer a tal punto que se desmayó ante los ojos de Hans. Bastante preocupados, lo subieron hasta el cuarto de Liesel donde durmió por días aferrándose a la vida. La niña se sentía tan culpable pues pensaba que la enfermedad se debía a que había traído la nieve, así que todos los días se dedicó a poner frente a Max un objeto precioso que representara lo que le había sucedido durante el día (una pluma, un periódico, una pelota desinflada). Y leyó para él no solo el libro que había sido rescatado del río por Rudy, si no uno nuevo que habían robado recientemente de la biblioteca del alcalde. Pero Max permaneció preocupantemente dormido obligando a los Huberman a pensar cómo resolver el problema de esconder un cadáver de un judío. 

Un día normal en “La Juventudes Hitlerianas”, apareció Rosa Huberman en el salón de clase. Todos enmudecieron cuando Liesel salió al pasillo con ella y fingieron una pelea que tenía un mensaje detrás de esta, Max había despertado. La niña corrió a casa terminadas las clases y se encontró con un sonriente, pálido y agradecido judío. Max fue mejorando conforme el tiempo hasta que pudo nuevamente dormir en el sótano. Todo estuvo tranquilo hasta que en el año 1942, Molching se preparaba para lo inevitable aunque no creyeran que esa pequeña ciudad a las afueras de Munich pudiera ser objetivo de los bombarderos. Liesel notó mientras jugaba fútbol con los niños de su cuadra, como los nazis iban de puerta en puerta inspeccionando los sótanos para elegir a los más óptimos para que sirvieran de refugios antibombas. La niña se aventó hacia otro para tener una excusa para ir a su casa y alertar a Max y a su familia. Su padre la recogió para curar su rodilla en casa y sin poder tener tiempo para esconder al judío tuvieron que dejar pasar al alemán para que inspeccionara el sótano. Todos aguantaron la respiración y rezaron para que no lo encontraran y Dios pareció escuchar sus plegarias pues el soldado se fue sin haber dado con él y declarando que las medidas no eran las mejores para servir de refugio. 

Ese verano, a diferencia de lo que se podría esperar, fue uno de los mejores en la vida de Liesel. Su padre comenzó a ser contratado por su oficio de pintor, para cubrir de negro las ventanas de la casa para los posibles bombardeos, y a pesar de que la pintura negra era difícil de conseguir, Hans se las ingeniaba para convertir sus botes amarillos, azules y blancos en negro. A veces le pagaban, y a veces eran tan pobres que llegó a intercambiar sus servicios por medio cigarro y una copa de champagne. La niña lo solía acompañar siempre para ayudarle, es por eso que recuerda ese verano de forma especial. Ese verano también terminó de leer el último libro que había tomado de la casa del alcalde, así que se dispuso a robar uno nuevo esta vez sin la compañía de Rudy. La ladrona de libros se encontraba tan segura de sí misma que se tomó su tiempo para elegir uno. Al día siguiente se encontró con que un libro grande sobresalía de la ventana por la que siempre se metía. Rudy y Liesel lo tomaron y se dieron cuenta que era un enorme diccionario con una carta de la alcaldesa adentro. Resulta que la mujer había notado los robos de Liesel desde un inicio, pero no se encontraba molesta por eso, así que ahora le obsequiaba el diccionario para que pudiera entender las palabras de los otros libros que había robado. 

El verano acabó con la primera alarma de las bombas. Los Huberman se dirigieron durante la noche a la casa más cercana señalada como refugio junto a sus vecinos. Todos se encontraron en el sótano, apretujados menos Max, quien se había quedado solo pues no podían correr el riesgo de que lo vieran. Liesel no pudo evitar pensar en él y desear que estuviera a salvo. La alarma se hizo sonar de nuevo. Aparentemente la alarma había sido sonada por un vigilante que se había imaginado los aviones ante su nerviosismo, por lo que no hubo daño alguno en Molching. Durante la alarma, Max no había podido resistirse a salir de su sótano y asomarse por la ventana después de tanto tiempo. El cielo nocturno lo saludo como una vieja amiga. La siguiente vez que la alarma fue disparada durante la noche y adultos y niños se encontraban asustados por igual, Liesel comenzó a leer “El hombre que silbaba” en voz alta, pronto Rudy y Hans lo notaron y exigieron silencio para que todos pudieran escuchar. La niña leyó todo el primer capítulo tranquilizando a todos. Después de todo, ella era una ladrona de libros y Max asaltaba cielos. 

Las olimpiadas de las “Juventudes Hitlerianas” llegaron justo como Rudy las esperaba. Había entrenado durante tiempo previo para ganar, no una, sino cuatro carreras de atletismo. Obtuvo la victoria en tres de ellas, corriendo con gran agilidad, pero la cuarta se saboteo a sí mismo a propósito. Liesel no pude entender el por qué, pero ese día, la niña llevó al sótano las tres medallas de su amigo y le habló a Max del niño de pelo de limón, que había perdido a propósito y regalado sus medallas a su amiga. Además de los bombardeos, otro efecto de la guerra se acercó a Molching. Un desfile de judíos paso por la ciudad obligado por los soldados para que todo el pueblo Alemán los observara caminar hacia su destino en Dachau hacia un campo de concentración. Ante tal espectáculo tan desalmado, Hans y Liesel los observaron desde el carro de la pintura en la calle. Hans no pudo permanecer solo como un espectador cuando un viejo judío no pudo mantenerse más en pie, el padre de Liesel corrió a ofrecerle un trozo de pan. Fue una mala decisión para el viejo y demacrado judío quien recibió latigazos por parte de los nazis, fue una terrible decisión para Hans quien recibió el mismo número de azotes y fue incluso una muy mala decisión para el judío que se resguardaba en su casa. 

El primer castigo de Hans fueron los latigazos, el segundo fue la culpa y la espera. Max se fue con sus pocas pertenecías hacia el bosque con la promesa de volver a una parte específica del bosque donde lo esperarían, pero llegado el día lo único que se encontró de él fue una nota donde les decía que ya había hecho demasiado por él. El siguiente castigo de Hans llegó al mismo tiempo que el de Alex Steiner, el padre de Rudy. Dos nazis en traje arribaron en la casa de los Steiner y hablaron con los padres sobre una oferta para su hijo Rudy, pues buscaban reclutar a jóvenes inteligentes y excepcionales como el para formar nuevos y mejores soldados. Sus padres se rehusaron inmediatamente a la solicitud conscientes de la clase de torturas que someterían a su hijo en esa escuela. Días después, a ambos padres les llegó por correo un mandato obligatorio para enlistarse en el ejército.

Tras la segunda despedida en un muy poco espacio de tiempo, enviaron a su padre a servir en un escuadrón LSE, que se dedicaba a las zonas bombardeadas. Eran los encargados de mantener los edificios en pie para que la gente pudiera salir, a ayudar a los supervivientes, apagar incendios y respirar humo y ceniza. El castigo resultó muy claro al enviar a un hombre tan bondadoso a un trabajo donde tenía que ver cadáveres y gente en estado deplorable. 

La partida de Hans fue demasiado dura para ambas mujeres, incluso una noche de insomnio Liesel sorprendió a Rosa con el acordeón de su padre y esta no lo paraba de abrazar. Un día su madre no pudo más y le entregó el segundo libro que Max había hecho para ella. Hablaba sobre un cuento de una niña que pudo plantar un árbol con palabras diferentes a las que Hitler había estado plantando. 

Desde el día en que la ladrona de libros leyó para todos en el refugio, su vecina Frau Hadzolpef la contrató para que leyera para ella por las tardes a cambio de café. Y a pesar que entre ella y Rosa había existido siempre una rivalidad, la mamá de Lisel aceptó. Un día en que Liesel tocó a la puerta de su vecina, abrió la puerta un hombre sin todos los dedos de su mano. Él era el hijo mayor de Frau Hadzolpef, quien había regresado de la guerra en Rusia y víctima de una bomba. No obstante, a él le había ido mejor que a su hermano, quien había perdido ambas piernas, y transcurridos unos días en un hospital de mala muerte, nuestra narradora lo recogió en brazos. Liesel leyó para su vecina mientras lloraba desconsolada la pérdida de uno de sus hijos. 

Una nueva alarma en Molching provocó que no fuera igual a las otras ocasiones, pues Michael corrió tras la ayuda de la niña y la señora Huberman para conseguir que Frau Hadzolpef saliera de su casa. Por más que la niña y Rosa lo intentaron, ella no salió para acompañarlos al refugio. Michael corrió con ellas al refugió para arrepentirse haber dejado a su madre y no paró de llorar incluso cuando ella por fin entró al refugio. Cuando las sirenas anunciaron que todo estaba seguro, Rudy y Liesel corrieron rumbo al avión enemigo que se había estrellado en la ciudad. Rudy le regaló un oso de peluche al piloto Ruso antes de que la muerte lo recogiera y se encontrara nuevamente con la niña del tren. 

Mientras, Hans Huberman volvió a escaparse de las manos de la muerte, un día en que su compañero decidió molestarlo quitándole su asiento en uno de los carros de guerra donde solían transportarse a las áreas bombardeadas. El hombre se encontraba tan cansado que le cedió su lugar sin presentar ninguna resistencia. Una de las llantas del carro fue ponchada durante el camino provocando que el auto se volcara con todos dentro, hubo dedos quebrados, una pierna rota y un muerte. Hans se salvó con una pierna rota que le autorizó su regreso a casa. 

El siguiente personaje que la narradora se llevó sobre su hombro, fue Michael Hadzolpef. Amaneció ahorcado con una nota a su madre pidiendo disculpas, pues la mayor culpa del antiguo soldado eran sus ganas por querer vivir. 

Mientras los días pasaban, continuó habiendo desfiles de judíos desolados y Liesel no perdió ni un segundo en buscar la cara de Max hasta que un día la encontró. Corrió hacía él y este le reconoció. Liesel no pudo evitar decirle cuanto le extrañaban todos, incluso el Hitler con quien imaginaba sus peleas de box en el sótano. No tardaron los soldados nazis en notarla entre los judíos y castigaron a Max con latigazos, a pesar de que la niña corrió con la misma suerte, lucho múltiples veces por alcanzar a su amigo. Rudy le acompañó hasta la estación sin preguntar nada y después llamó a Rosa quien entendió todo. 

Después de que Hans llegó del trabajo, los tres enfrentaron la noticia de ese a quien habían ayudado. Liesel se lo contó al siguiente a Rudy desde el principio y le mostró ambos libros que el judío le había regalado después de mucho esfuerzo. Ante la desolación Liesel volvió a la biblioteca para robar un nuevo libro. Ante la culpa de sentirse tan bien al leer un libro, esta hizo trozos hoja por hoja un volumen entero en la misma biblioteca. Salió de la biblioteca con las manos vacías y dejando una carta para la alcaldesa, donde lamentaba todo el mal que había hecho e informando que no volvería jamás a su biblioteca como parte de su castigo. Al día siguiente, Ilsa apareció en el lumbral de su puerta con último regalo para ella, pues la niña había escrito tan hermosamente la carta que le dirigió, que la mujer había quedado impresionada. Entregó a Liesel un cuaderno para que ella pudiera escribir su propia historia y la invitó a no culparse por sus errores como lo hizo ella por su hijo muerto. 

Desde ese momento Lisel escribió sobre ella, desde ese momento en que la tos de su hermano en un tren le había cambiado la vida. Cada noche e incluso horas del día, narrando sobre sus robos, sobre sus padres, sobre el chico del cabello de limón, el judío, y la mujer de la biblioteca que le salvaría la vida. 

Esa noche en que nuestra narradora se llevara a todos en Himmelstrasse, los bombarderos engañaron a los vigilantes. Tres calles de Molching fueron destruidas por completo. Recogió a Rudy abrazando a su hermana menor, recogió a Frau Hadzolpef quien esperaba pacientemente a que vinieran por ella desde el día en que sus hijos la dejaron, fue por Hans quien se fue con ella sin ningún problema y se llevó a Rosa a medio roncar y casi pudo sentir que a ella también le llamaba “saumensch”. A la única que la muerte no se llevó, fue a la niña que se pasaba la noche en el sótano escribiendo. El grupo LSE de la zona la rescató de los escombros. Estaba tan traumatizada y se aferraba al cuaderno con su historia. Vio a Rudy y al no poder hacer que le respondiera le dio lo que el niño siempre quiso de ella, lo beso. Después vio a sus padres, vio a Rosa, la mujer que había ayudado a un judío, había ido a la escuela para avisarle que su amigo había despertado y había apoyado el acordeón de su esposo durante noches. Cuando tuvo el valor vió a su padre y colocó el destruido acordeón sobre su pecho. Cuando la ladrona por fin soltó la libreta, esta fue juntada a los demás escombros para ser tirada, pero la muerte no permitió que se la llevaran. 
Es por eso que esta es una de las historias que le gusta leer y contar siempre que trata de explicar lo que siente por la humanidad. El alcalde y su esposa acogieron a Liesel, y ella no se bañó ni siquiera el día del funeral. El padre de Rudy volvió después deseando haber enviado a Rudy a la escuela militar para que no hubiera tenido que morir. El señor abrió la tienda donde Liesel pasó mucho tiempo, ambos había perdido a toda su familia. Cuando la guerra terminó, un joven con cabello de plumas visitó la sastrería de Alex Steiner buscando a una ladrona de libros. El encuentro entre la alemana y el judío fue lo más bello y triste que ambos pudieran sentir. 

La muerte recogió a Lisel cuando esta era muy mayor y dejó atrás a hijos y nietos. Y cuando esta y la niña se encontraron, la muerte le entregó el cuaderno que hace tanto había perdido esa noche en Molching.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario